El Molino empezó a volver. Por Eduardo Macchiavelli
Con la recuperación de su cúpula, su frente y su fachada.
El Molino es el recuerdo que tengo de El Molino. Es la cúpula de Rivadavia doblando por Callao. Su fama viene, en buena medida, de la Confitería que tomaba casi toda la planta baja. Que no sólo hacia un pan dulce del que se habla todavía con nostalgia, sino que era una suerte de sucursal del Congreso. Como sabemos los que tenemos cierta edad, políticos de todos lados compartían café y tenían una suerte de segunda oficina en sus mesas. Y no eligieron mal, porque el local fue único, con un piso de piedra raro en esta ciudad, vitrales por todos lados, lámparas de bronce, escaleras de mármol de veta roja y un aire a café europeo de lo más parecido a París.
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Justo arriba, sobre la ochava, con acceso al café –exactamente desde el viejo salón fumadores- y desde la puerta independiente sobre Rivadavia, estaba el salón de fiestas. Revisando páginas sociales en blanco y negro, y en sepia, parece que todo el mundo se casó en el Molino, festejó sus quince años, hizo una comida de fin de año o una cena de homenaje. De las reuniones políticas la lista es legendaria y termina con el lanzamiento de la Alianza, poco antes de su cierre.
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Dicen que adentro quedaron fantasmas de la talla de Lisandro de la Torre, Libertad Lamarque, Niní Marshall, Marcelo T. de Alvear, Agustín P. Justo, Juan Domingo Perón, la infanta Isabel de Borbón y el Príncipe de Gales. Pero eso es cosa del pasado. Lo mismo que cuando iban Carlos Gardel, Madonna e Irineo Leguizamo.
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El edificio de la Confitería del Molino, a 102 años de inaugurado y a dos décadas de ser simplemente abandonado, está dando sus primeros pasos para volver a la vida. Al Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires le corresponde la enorme tarea de restaurarlo en parte. Con el presupuesto destinado vamos a trabajar en la cubierta, octava, fachada y cúpula.
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Los restauradores están trabajando. Las tareas implican el relevamiento en detalle de los diferentes componentes de cubiertas y fachadas, su estado, patologías y cualidades. En este sentido se realizará la identificación de cerramiento murario, composición y revestimientos; carpinterías, materialidad de marcos y hojas, vidrios, herrajes; herrería, puertas, barandas, rejas; ornamentación, luminarias, aleros, ménsulas y demás elementos adheridos a la fachada; pinturas/policromías aplicadas; solados de balcones y revestimientos de salientes. En cuanto a las cubiertas se relevará su materialidad de terminación, accesibilidad, salientes, componentes de la cúpula y estado de su estructura, policromías aplicadas de diverso origen, revestimientos cerámicos de cubierta; detección de instalaciones en cubierta y fachada, tipo y estado; relevamiento del estado de mecanismos adosados a fachada (aspas de molino), estado y materialidad. Se trabajará asimismo sobre un relevamiento e informe estructural. Documentación planialtimétrica de existencia, desajustes y deterioros, patologías generales y pruebas de limpieza generales y particulares, cateos, análisis de componentes en laboratorio. A partir de este estado de situación, se preparará la intervención para la conservación y restauración de las fachadas y cubiertas del edificio de acuerdo a las prioridades que se vayan asignando. Entrar te eriza la piel después de tantos años.
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Arriba menos conocidos, había departamentos, enormes y de lujo sobre Callao, más chicos sobre Rivadavia, un proyecto de alquiler y renta de los típicos de la época. Más arriba, la cúpula, vista de todos los ángulos. Para construir este valioso exponente del Art Nouveau y vanguardia de la Belle Époque, se hicieron traer todos los materiales de Italia: puertas, ventanas, mármoles, manijones de bronce, cerámicas, cristalería y más de 150 metros cuadrado de vitraux. El edificio tuvo una estructura de hormigón armado. El inmueble, que tiene la forma básica del edificio académico típico de Buenos Aires, está constituido por tres subsuelos, una planta baja y cinco pisos. Su fachada, que abraza la esquina, tiene un desarrollo simétrico y está revestida por piedra París. Se destaca en ella su fantasiosa ornamentación, de influencia veneciana. El edificio posee mosaicos opalinos, capiteles de bronce y cerámicas de oro en la mansarda. Existían, coronando el ático, unas esculturas alegóricas que homenajeaban a las provincias argentinas. Aún pueden verse en el frente las aspas de un molino de fantasía y justo encima de él se alza la imponente cúpula en aguja, que fue cerrada con vitrales Art Noveau multicolores.
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Ahora, nuevos vientos soplan en el edificio de la confitería Del Molino. Después de la expropiación en 2014, pasó a ser propiedad del Congreso Nacional. Según se publicó en el Boletín Oficial, luego de la reparación y puesta en valor, allí funcionarán una confitería, un museo y un centro cultural. Ahora, que el Molino empiece a volver, como esas cosas que queríamos que nunca se fueran.
Eduardo Macchiavelli Ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires