En el Día Internacional de la Mujer Por Eduardo Macchiavelli
Cuatro mujeres de tantas nos cuentan su historia de vida.
Mariela es activa. Desde hace 2 años de miércoles a domingo se levanta temprano, desayuna, hace las tareas de su casa, entrena (estudió Educación Física), y se toma el colectivo 22 de Wilde a San Telmo para trabajar de 12 a 20 en su Punto Verde. Y digo su, porque lo considera propio. El Punto Verde está ubicado en Chacabuco y San Juan, en la Plaza Rosario Vera Peñaloza. “El sistema consiste en traer el material reciclable totalmente limpio, seco y separado. Por este Punto pasan 350 personas y se recolectan aproximadamente 900 kg por semana”, dice.
“Los fines de semana es cuando viene más gente. Al estar situado casi en la equina muchos vecinos que pasan con el auto, gracias a que los detiene el semáforo lo ven y vienen. Vienen del barrio, pero también desde Avellaneda, de Bánfield, de Adrogué, de Lomas, y hasta de Quilmes a traerlos. Estaría bueno que este sistema de reciclado se extienda a la provincia. A los que vienen por primera vez yo les explico no sólo las siete separaciones: plástico, papel, cartón, vidrio, metal, telgopor, tetra brik, sino como realiza la separación en particular este Punto Verde. Si a la gente le explicás, entiende. Tenés que ver como colaboran. A los vecinos les gusta que una le hable, siempre le tenés que dar una respuesta. Mariela Musacchio: Ocupación: encargada de Punto Verde. Edad: 36.
Carla es arriesgada. Sus jornadas laborales suelen comenzar en la oficina con vista privilegiada a los lagos de Palermo, en la Dirección de Pluviales, entre patos y un sol que convierte al agua en espejo y la transforma en buzo, con importantes certificaciones internacionales, se sumerge en los desagües de la Ciudad y recorre bajo tierra los pluviales, que la mayoría de los vecinos desconoce. Carla realiza este trabajo impensado. “Todas las mañanas te levantás, te ponés un cuchillo entre los dientes y salís a recorrer la calle”, dice esta morocha que se hizo un lugar destacado entre tanto compañero de trabajo masculino y que no duda en calzarse las botas, el chaleco y el casco para adentrarse en los conductos subterráneos y verificar que no haya nada que impida el drenaje del agua ante una tormenta. “Me apasiona mi trabajo, me gusta mirar a mi hijo a la noche y contarle lo que hicimos”, relata. Reconoce además que todavía falta tomar más conciencia sobre el cuidado del ambiente e insiste en la importancia del rol de cada vecino, en su propia cuadra, en su casa: “Tapaste tu sumidero hoy, llovió a la noche y chau, no hay mucha vuelta que darle, se inundó tu cuadra y listo”. Carla Vidri: Ocupación: buzo profesional. Edad: 40.
Marta es inquieta. Recorre la ciudad, pasea y se deja sorprender por su increíble arquitectura y diseño. Para captar el patrimonio en un instante y detener el tiempo en un clic de foto. La pasión por la fotografía en Marta no tiene fecha precisa, pero no hace tanto descubrió que lo que más le atrae es fotografiar puertas y rejas artesanales de ventanas. “Es la terminación de una casa, que puede determinar que sea bella o no tanto”. “Es como para las mujeres los aros”, cuenta, “los collares o las pulseras: nos terminan de vestir”, confiesa. “Las toco pensando que manos se habrán aferrado a ellas en otro tiempo”. Se entusiasma mientras imagina las historias de vida transcurridas tras esas ventanas que inmortaliza con su cámara o celu. Más tarde, las comparte en su facebook para que otros descubran la riqueza patrimonial escondida en Buenos Aires. “Vivimos demasiado apurados y ofuscados, dice, tenemos tiempo, miremos a nuestro alrededor, descubramos el placer de mirar nuestra ciudad, que está ahí para que nosotros conozcamos su historia”. Sorprendida por la majestuosidad de palacios exquisitamente conservados, dice preferir lo pasado a lo moderno. Marta Novo: Ocupación: empleada administrativa. Edad: 52.
Carolina es atrevida. Pinta la ciudad como modo de intercambio y encuentro con el otro. Es lo que motiva a Carolina Favale, joven artista callejera, a la hora de hacer un mural en una pared o intervenir un espacio. Es licenciada en Bellas Artes y artista, reparte su tiempo entre el arte urbano o callejero, las ilustraciones de libros para chicos y la docencia. Para Carolina, pintar en la calle tiene que ver con el uso del espacio público; “es un medio”, dice, y de hecho lo hace en función de cada lugar intervenido, cuidando el contexto y prestando especial atención a los detalles más sutiles, como puede ser el fluir del tránsito o el movimiento de las hojas de un árbol. Siempre con ánimo de mejorar el paisaje. Ella busca crear imágenes “que inviten a la contemplación, a profundizar en las relaciones humanas, que puedan aportar a transformar la realidad. Que el mensaje no sea agresivo, sino a favor de la introspección y el disfrute”. La joven decidió lanzarse a compartir su arte con la sociedad ante la falta de propuestas en pintura fuera de los ámbitos de un museo o una galería, “algo que no sucede con la música o el teatro”. Observadora de las conductas humanas, considera que el arte puede ayudar a mejorar la comunicación entre la gente y la vida. Carolina Favale: Ocupación: artista y docente. Edad: no la decía. Son cuatro mujeres de las tantas que, desde el anonimato, dirigen sus actividades a revalorizar el espacio público en el que los porteños desarrollamos nuestras vidas. Acá va mi homenaje en su día.
Te puede interesar: http://www.eduardomacchiavelli.com.ar/