Historias de ayer del Jardín Botánico. Por Eduardo Macchiavelli
Formado casi en secreto por el ingeniero francés Carlos Thays, hoy todo el mundo puede visitarlo y admirarlo. Te lo cuento…
Decían del Jardín Botánico de Buenos Aires, el 29 de enero de 1900.
Representa un progreso de gran interés para Buenos Aires, considerado desde el doble punto de vista científico y estético, la creación del Jardín Botánico Municipal, que ha instalado y formado en silencio, casi en secreto, el Director general de Paseos Públicos ingeniero señor Carlos Thays.
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La Municipalidad de Buenos Aires tuvo hasta 1888, en que el señor Thays llegó al país y obtuvo por concurso el puesto que ocupa, un criadero de plantas, que proveía a las pocas necesidades que entonces tenía la ciudad, cuyos gustos se manifestaban, al decir del director de paseos señor Courtois, por una proscripción absoluta de las plazas y calles, de todo árbol indígena y su decidida protección a los pinos, casuarinas, eucaliptus y demás representantes de la flora exótica. Este criterio hizo que la autoridad edilicia decretara el exterminio de los paraísos seculares que formaban avenidas hermosas en las calles y plazas y su sustitución por palmeras en la plaza Victoria (ex Plaza de Mayo) y por otras plantas, importadas en las demás.
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El resultado no fue, por cierto, el que se esperaba. En el cambio resultó en pérdida el arbolado de la ciudad. Cuando el señor Thays se hizo cargo en 1891 de la dirección, concibió el vasto plan de dotar a Buenos Aires de un verdadero Jardín Botánico y probar que la flora indígena era incomparable para plazas y paseos, siempre que los árboles fueran cuidados convenientemente.
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Comenzó a hacer almácigos de semillas y viveros de plantas pequeñas y obtuvo pronto óptimos resultados. Instalado el criadero, como modestamente se llamaba el pobre plantel debido a su iniciativa, en el local que sobre la calle de Santa Fe ocupaba el Departamento Nacional de Agricultura, se esbozó pronto la actual instalación, que es una verdadera maravilla y que hoy es conocida por una gran parte de la población.
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La instalación se compone de la casa de la dirección, museo, invernáculos, conservatorio de helechos, avenida principal, avenidas de tipas, jardín Luis XV, jardín romano, plantas industriales y medicinales, colecciones botánicas y hortícolas, flora argentina, sección de aclimatación, árboles frutales, yerba mate, almácigos generales de plantas de ornato, vivero de estudio, escuela de arboricultura, secciones europea, norteamericana, africana, asiática, oceánica, sud y centro americana y acuática en general (aunque el museo, la avenida de tipas, los árboles frutales tradicionales y la escuela de arboricultura ya no están).
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El señor Thays ha reconcentrado en un espacio reducido la flora de toda la tierra con sus más típicos representantes. Así en la sección europea, por ejemplo, ocurre que mirando uno hacia una platabanda, ve un paisaje alemán o belga o español y más allá uno de África o de Inglaterra o Noruega. Vecinos a un arbolado africano alzan su copa excelsa los pinos de Canarias y junto a las “plantas sarmentosas de grandes hojas coloreadas”, características de la India, se levantan ante los ojos las escuetas palmeras del Sahara o datileras.
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La sección propia del país es indudablemente la más curiosa y la más completa. Cada provincia tiene allí sus árboles representativos, desde el fagus antarticus de la Tierra del Fuego (que hay no está) hasta el cedro de Tucumán o de Misiones, viéndose, por decirlo así, la inmensa selva argentina reunida en un pequeño espacio.
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Los caldenes, los algarrobos, los cebiles, los quebrachos, los caobas, las tipas, los Jacarandá, alzan sus troncos rectos que prometen enorme desarrollo rápido bajo el cuidado constante del cultivador, y el señor Thays ha podido comprobar que esos colosos de la selva, que en estado salvaje son de lento crecimiento, debido a la pobreza de las tierras en que brotan y a las dificultades de la alimentación, en el Jardín Botánico aceleran su desarrollo y alcanzan proporciones inusitadas. Los Jacarandá, los caobas y las tipas, como árboles de ornato para plazas y avenidas, son un verdadero descubrimiento del señor Thays y es realmente bello ver a los primeros, cubiertos de enormes ramos azules, que contrastan con los blancos de los segundos o los áureos de los últimos, que son los más hermosos por la forma especial de la planta. De estos últimos hay, desde la época, una gran avenida que cruza de Norte a Sur la Plaza Rodríguez Peña y llama la atención la elegante estructura de los árboles.
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Existen en el jardín verdaderos tesoros de la flora criolla industrial, como el plantío de yerba mate, hecho de semilla por el señor Thays, según un sistema propio que no es ni el usado por los antiguos jesuitas, ni tampoco el de los plantadores de las misiones brasileras. La almáciga primera que se hizo, está ya fuera de peligro y los arbolitos viven y se desarrollan en la intemperie, así como muchas otras plantas indígenas, que luego de sacadas del vivero de aclimatación comienzan su vida al aire libre en mejores condiciones que en estado natural.
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La colección de helechos del país es enorme y casi completa, habiendo en ella representantes de todas las regiones, desde los bañados de Entre Ríos hasta las altiplanicies de Jujuy y desde las llanuras boscosas del mar del sur hasta los riscos escarpados de Mendoza. Hay representantes gigantescos de todas las especies, llamando con justicia la atención una variedad fueguina, arborescente, en la cual el anverso de las hojas es de un vivísimo verde esmeraldino y el reverso de un azul intenso y uniforme, que en algunos puntos toma reflejos acerados. Las cácteas siguen en número a los helechos y hay una, andina, verdaderamente curiosa por su desarrollo y por su forma.
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Hoy, debido a la buena y eficaz iniciativa del señor Thays, un habitante de la Ciudad, o quienes nos visitan, puede conocer toda la flora de la Argentina, tan vasta con sólo hacer una excursión al Jardín Botánico y pasar una hora agradable entre el inmenso mar de árboles y plantas, educando su gusto en materia de jardines, pues allí hay modelos clásicos de todos los conocidos: romano, parque inglés, Luis XIV, japonés y aún otros especiales, menos generalizados.
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Las aspiraciones del director general de paseos, fueron plantear en sus grandes lineamientos el Jardín Botánico y vincular así su nombre al progreso de la Ciudad y la Nación, y hoy esas aspiraciones son las nuestras, abrigando la firme convicción de que su obra, completándose en el tiempo, será capaz de honrar a cualquier país, afirmando que bajo el sistema del Jardín Botánico de Buenos Aires habrá muy pocos en el mundo, así como más ricos y variados, casi el único.
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La sección de las plantas acuáticas es notable. En el invernáculo que existe frente a la Recoleta hay, desde entonces, ya aclimatadas varias plantas de Irupé como se llama en guaraní la misteriosa Victoria Regia, descubierta por Stanley en África y que en nuestro país abunda. Esta gigantesca acuática, cuyas hojas, semejantes a un enorme plato verde, se mecen sobre el agua, luciendo la extraña y monstruosa florescencia. El texto fue rescatado de la Biblioteca Nacional de España. Y algunas revistas traen reproducciones fotográficas de la época.
Hay fotos de Gabriela Benito y Martín Paluri. Eduardo Macchiavelli Ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires