Hospital Rivadavia. Por Eduardo Macchiavelli
Otro edificio patrimonial restaurado.
Al Rivadavia pocos lo recordaban, como a tantos edificios patrimoniales que fueron señal de nacionalidad y quedaron en abandono. No hay que ir tan lejos y recordar la increíble recuperación que hicimos de la Escuela Roca, la fachada de CIRA y la puesta en valor del Patronato de la Infancia, por citar tres ejemplos.
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La consigna es restaurar. Por eso fue una sorpresa para muchos ver cómo se está llevando adelante la primera etapa de restauración del Hospital Rivadavia, un edificio que pocos recordaban sino negro de hollín, carcomido por años, sucio de toda mugre e intervenido de la peor manera por el gobierno militar. Quienes pasen ahora por la esquina de Austria y Las Heras verán un volumen del conjunto, el de la Maternidad, limpio, color Piedra París, con sus líneas nítidas de nuevo.
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La intervención de la Ciudad en el hospital es tectónica: el Rivadavia es el centro médico más antiguo del país que sigue funcionando.
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En 1774, cuando todavía ni éramos virreinato, se abrió en lo que hoy es la Plaza Roberto Arlt un rancherío llamado Hospital de Mujeres del Centro. Lo de rancherío es tal cual, como sabe cualquiera que haya visto las imágenes del Hospital Alemán, inaugurado unos pocos años después y consistente en una colección de adobes con techos de paja. Construcciones que luego fueron reemplazadas con la compra en 1876 de un terreno grande en Palermo, por entonces puro campo. Recién en 1880 se puso la piedra fundamental del nuevo hospital, que fue diseñado siguiendo la inteligente moda del hospital-jardín.
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Junto a ejemplares más o menos contemporáneos como el Borda o el Moyano, el Rivadavia nace arbolado, con pabellones aireados y soleados, con salas de las que es fácil salir del jardín. Esta tipología, casualmente, es la que se está recuperando como un avance en el tratamiento y calidad de vida de los pacientes.
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El diseñador es el sueco Enrique Aberg, autor del Museo de la Plata y de una de las esquinas de la Casa Rosada, nada menos. En 1887 fue cuando se inauguran cinco pabellones, la capilla, la administración y algunos edificios de servicios. También se planta el jardín, con sesenta tipos de árbol elegidos por Carlos Thays, que era el Director de Paseos Públicos de la Municipalidad de Buenos Aires por entonces. Es lo que se ve al interior del Hospital, entrando de Las Heras hacia Pacheco de Melo. La Maternidad, hasta 1968 independiente del hospital, se terminó en 1930 y es el palacete francés que avanza por Austria.
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Pero por desidia se fue deteriorando. Hasta que en dictadura se hizo una “obra moderna”, con lo que se perdió parte de la hermosa reja perimetral y se construyeron un hormigón pesado, estilo bunker, una entrada sobre Austria y un alero para la Guardia sobre Las Heras. Recién en 2010 la Legislatura catalogó con grado cautelar trece edificios del conjunto, y fue el comienzo de su recuperación, detallando herrerías, chimeneas, túneles, galerías y el jardín. La ley explícitamente ordena respetar la morfología original del conjunto, y es lo que estamos haciendo, desde la dirección de Regeneración Urbana que comenzó a restaurar las fachadas de la Maternidad. Los profesionales que tomaron la obra terminaron hasta emocionados, por la alegría con la que los recibieron los que trabajan en el lugar y por poder solucionar problemas que parecían eternos. Había ventanas que nadie podía abrir desde hace décadas. Y hoy se abrieron
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El trabajo no fue técnicamente complicado, pero implicó un lavado interminable y una restauración de ornamentos carcomidos por completo. También hubo que realizar trabajos de carpintería y vidriería en las ventanas, y una suerte de taller escultórico para darle otra vida a balustres, ornamentos y capiteles.
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Como se puede ver en la foto, se instaló un sistema de iluminación con tonos cálidos, que destaquen que el palacio no es gris sino de un arena agradable. El equipo de Juan Vacas, Flavia Rinaldi, Yamile García Muller, Lucía Maglio, Lucas Molinero, Florencia Castellvi, Camila Piris Machado, Brenda Vasser y Laura Basterrechea no solo dio el primer paso en recuperar un edificio de primera agua. También redescubrió un ejemplar de la idea del palacio público que inauguró Sarmiento y fue una suerte de proyecto político expresado en arquitectura. Si Argentina iba a ser una gran nación, enseñaba la idea, era necesario que tuviera edificios con grandeza, palacios cívicos. La tarea sigue el año que viene, con el resto de la fachada hacia Austria; la nota es un resumen del artículo publicado por Página 12, la demolición de los mazacotes militares y la reposición de la reja, falta. La obra es nuestra.
Eduardo Macchiavelli Ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires