La Buenos Aires de 1810. Por Eduardo Macchiavelli
Un 25 de Mayo.
Seguramente guiados por las bellas imágenes escolares y los textos que hablan de aquellos días de revolución y festejo por haber logrado el Primer Gobierno Patrio, se tenga una imagen soñada de Santa María de los Buenos Ayres hacia 1810 en la Plaza de Mayo. Paraguas, grandes vestidos de puntillas y miriñaques, elegantes caballeros, morenas con mazamorras y niños que a viva voz cantaban la hora. Pero ni tan poco, ni tanto, la ciudad de Buenos Aires por entonces era una joven ciudad, mucho menos sofisticada de lo que podríamos imaginar.
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Ya no era un poblado en torno a un puerto de contrabandistas, pero tampoco una cuadrícula ordenada. Polvo por doquier y con las lluvias barro. Los registros señalan que los vecinos construían sus casas con la amalgama que elaboraban a partir de la tierra que sacaban de las calles. Muchos relatos de la época dan cuenta también de la falta de higiene, esto es, la basura se tiraba literalmente en cualquier lado, los animales muertos, ahí quedaban; había malos olores y el río hacía estragos.
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Más de 50 mil personas vivían por allí. Los españoles e hijos de estos con negocios e influencias, eran los que podían ocupar cargos públicos. Pero ya muchos criollos le peleaban en importancia. Eran los llamados “vecinos”. El 30% de la población era negra y no tenía derechos. Cada familia acaudalada contaba con 25 esclavos y hasta los menos pudientes tenían al menos 10. A los esclavizados se los ocupaba en tareas hogareñas pero también para el comercio como vendedores ambulantes. Por supuesto también había gente de oficio, como talabarteros, albañiles, carpinteros, los que mataban perros y ratas por encargo, trabajadores portuarios y herreros. Y los gauchos que carneaban, entre tantos.
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Los comerciantes más pobres y contrabandistas –a raíz del libre comercio impuesto por el virrey- se apostaban en las calles. Era corriente ver a las lavanderas con una tabla de madera en la cabeza y sobre ella un bollo de ropa, así se le decía. Iban al río a lavar a garrotazos las prendas. A las mazamorreras los niños las llamaban “tías” un uso español. Ellas llevaban sobre sus cabezas un gran cuenco de cuero o tipa con mazamorra caliente. El farolero era otro personaje que recorría las calles pero de noche, con una escalerilla y un farol, iba encendiendo las velas. Las noticias de Europa llegaban en barcos, los días agitados en el viejo continente convulsionaban los ánimos.
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A comienzos de mayo, los encuentros en las casas de algunos señores eran cosa diaria, se debatía el futuro, y para ello debían señalar la posición respecto a España y la posibilidad de un nuevo gobierno patrio. Encuentros afiebrados, mates, iluminismo y ecos de la Revolución Francesa en la polvorosa Santa María de los Buenos Ayres. Un 25 de Mayo. La Plaza de Mayo fue y continúa siendo escenario de muchos acontecimientos importantes de la historia argentina. Es un orgullo para nosotros recuperar su espíritu y patrimonio cultural. Dentro de poco vas a poder vivir la plaza más importante de la Ciudad como nunca antes. Ya casi. Como desde hace 208 años.
Eduardo Macchiavelli Ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires