Martín Ron. Por Eduardo Macchiavelli

O cómo los murales ganaron las calles.

Eduardo Macchiavelli
4 min readJul 5, 2017

El denominado “arte urbano” va dejando su impronta con intervenciones que se destacan en barrios como Palermo, San Telmo, Barracas, Coghlan, Colegiales, Villa Urquiza y La Boca. La Ciudad de Buenos Aires tiene una larga tradición de estas formas que arranca en los años 30 para repudiar el golpe de Uriburu, y se mantiene hasta hoy.

Con aerosoles, pinturas y dibujos los graffitis porteños van ganando la calle. Esta forma de expresión fue cambiando y complejizándose con el paso del tiempo. Así, hoy conviven dibujos y letras que buscan realizarse desde el anonimato interviniendo vagones de subtes y trenes –algo que es penado por la ley- a grandes murales permitidos que embellecen una pared abandonada, una bajo puente o autopista. O una persiana de un negocio o el frente de una casa.

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Martín Ron fue uno de los primeros artistas que se animó a salir a la calle para expresarse. Transformar un espacio a simple vista poco interesante como el muro de un edificio, embellecer las estaciones de subtes y hasta proponer derivas ópticas inesperadas forman parte del trabajo de este muralista y pionero del “arte urbano” en el país. Martín es reconocido como uno de los 10 mejores muralistas del mundo, por su poder de convertir grises paredes en coloridos murales surrealistas que sorprenden a los que caminan frente a ellos.

“El ránking no significa nada para mí”, dice. “Menos en arte que es algo muy subjetivo. Sólo hago lo que me gusta, pintar y provocar emociones en la gente”. Ya sea por Tres de Febrero (nació en Caseros) como por Europa donde también expone sus trabajos. “La obra que desarrolló en Tres de Febrero resultó un puente. Es reconocida en el mundo gracias a la gente que se conecta con ella”. “Mi obra está vinculada directamente con el lugar en el que la llevo a cabo, porque a fin de cuentas el mural les queda a los vecinos y quiero que sea algo que los interperle”.

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Entonces una tortuga gigante parece nadar y querer salirse de la pared que la contiene para pasear por una vereda de Barracas. Mientras, en el barrio de Coghlan, un skate es comandado por seres extrañísimos, mezcla de estatuas y personas sin cabeza; y en Tenerife, una mano gigante de una especie de robot cruza los dedos, y ahí se posan dos pájaros amarillos.

Parecen imágenes mentales, producto de una imaginación profusa y arriesgada, pero no solo existen en la cabeza del artista. Están ahí en las paredes, en las calles, embelleciendo. Capaces de transformar el paisaje urbano con el fin de sorprender, alegrar una tarde o la mañana, o simplemente romper lo cotidiano. Paredes, columnas, cestos papeleros, contenedores, paradas de colectivos, o unos simples escalones, pueden ser reutilizados por su arte. Como soporte. Como otra territorialidad cultural por explorar.

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“Es desembarcar en otro público”, cuenta Martín. Es ganar la calle con otra obra de arte que se queda. Como el mural que pintó en La Boca para Color BA, de una chica y un pájaro, en Ministro Brin al 600, o las intervenciones hechas en Parque Cromo, en Gral. Paz y Juan B. Justo, en el nudo que conecta Capital y Provincia; o en el bajo autopista de Coronel Roca, o en los bajo puentes de Gral. Paz y Libertador, y Cabildo, y Mosconi, y Gutierrez; o la imagen de Tita Merello en una de las estaciones de la línea H del subte; o el ya aclamado mural de Carlos Tévez en el barrio Ejército de los Andes, “Fuerte Apache”.

O este último en homenaje a la “Peque” Paula Pareto, la judoca que ganó la medalla dorada en los últimos juegos olímpicos de Río de Janeiro, realizado en medio de las obras de la futura Villa Olímpica, que albergará los Juegos de la Juventud 2018.

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A diferencia de lo exhibido en museos, para acceder al arte urbano no hay que pagar entrada, ni seguir las recomendaciones de un crítico, mucho menos hay que asistir a eventos o ferias internacionales. El arte urbano está ahí ante quien quiera mirarlo, inundando los ojos de los transeúntes que, a veces se detienen en los murales, y otras no, asumiendo que forman parte del paisaje. El espacio público compartido por todos los ciudadanos que iguala y se transforma como el mobiliario de los barrios de las grandes ciudades. Los murales están ahí, como Ron, aunque llueva o haya viento, cuando se apaga la calle y se enciende el arte.

Eduardo Macchiavelli Ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires

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Eduardo Macchiavelli
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Written by Eduardo Macchiavelli

Secretario de Asuntos Estratégicos de la Ciudad de Buenos Aires y Secretario General de PRO Nacional.

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