MOA. Por Eduardo Macchiavelli
El taller donde se recuperan las estatuas de la Ciudad.
Unas 30 obras al mes llegan al taller de restauradores y artesanos. Es que los monumentos porteños son blanco del vandalismo sin tregua que los mutila y pinta una y otra vez. Y todos llegan allí, a ese taller escondido en los bosques de Palermo que funciona como hospital de estatuas, que se llama MOA. Media docena de figuras blancas exhiben sus heridas en el jardín del departamento de Monumentos y Obras de Arte de la Ciudad. Sin dedos, sin brazos, con sus animales cercenados. Por qué no sólo el hecho de estar a la intemperie los arruina. Estas estatuas son la imagen del vandalismo que no se detiene y que le cuesta un millón de pesos cada mes a la Ciudad.
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El MOA funciona en un predio lindante al Jardín Japonés desde 1956. Allí quince escultores y restauradores hacen un puntilloso trabajo artesanal para devolverles el esplendor a las estatuas porteñas. Incluso, cuando quizás, en pocos días vuelvan dañadas. Todos los días se hacen tareas para mantener los monumentos y hacer que se vean en buen estado. Los reparan, limpian y restauran porque fueron graffitados o porque los vandalizaron y les sacaron alguna pieza. Después los devuelven a su lugar para que todos podamos disfrutarlos. El taller recibe 30 obras promedio al mes, de los 2482 monumentos entre estatuas, bustos, placas, mástiles, fuentes y monolitos que tiene el espacio público en la ciudad.
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Allí, El cazador de águilas de Constitución, llegó sin nariz, sin pico, sin una oreja y sin cría. Allí, Diana cazadora ubicada frente al edificio de la Aduana, en Paseo Colón y Belgrano, llegó sin manos y El ciervo, de la Plaza Seeber sin manos ni cuernos. Y el Monumento a España de la Costanera Sur, sin brazos ni pies. Lo mismo le pasó a obras como El Segador de los bosques de Palermo, La vida del Parque Lezama, Niña adolescente de la Plaza Emilio Mitre, La sorprendida de Sarmiento y Casares, o El Beso de Plaza Rubén Darío, todas ellas diezmadas. Y junto a la escultura de Benito Quinquela Martín de La Boca fueron restauradas. También se retiró el busto de José Martí del Jardín de los Poetas, para recuperarlo antes de volver a ser colocado en su lugar.
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Las denuncias por esculturas rotas o vandalizadas llegan por diferentes vías: reclamo de vecinos, expedientes abiertos en el ministerio o alertas de organizaciones que defienden el patrimonio de la ciudad. El primer paso es el relevamiento del daño en el lugar para luego continuar con el proceso. Si la pieza debe trasladarse al MOA, allí se realiza la documentación, el modelado, el moldeado, la reproducción y la instalación. Cuentan con un archivo con la información de cómo era la pieza faltante. Luego, en función del clima, se elige el material para modelar, que la mayoría de las veces es poliéster o plastilina. Las demás, con bronce fundido. En los talleres pueden verse varias réplicas de Rómulo y Remo ya listas para instalar en La Loba de Parque Lezama en el caso que se necesiten. Esas piezas, como los eslabones del monumento a Garibaldi en Plaza Italia, son blanco habitual de los ataques y por eso hay stock disponible en el MOA.
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El gobierno invierte más de 28 millones de pesos por mes en limpieza de frentes por pintadas de graffitis, despegue de pegatinas en paredes y mobiliario urbano, retiro de pancartas y pasacalles y reparación de monumentos vandalizados. El proyecto comenzó a gestarse en 2012 con una idea que luego fue tomando forma, como toman forma los monumentos deteriorados en el MOA, para recuperar su valor original.
Eduardo Macchiavelli Ministro de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires